viernes, 25 de junio de 2010

La Causalidad



Por: Laura Martínez Domínguez.
El diván está solo, nadie lo ocupa, el gato se encuentra asediando a los pitagóricos, están agazapados en lo que suele hacer la suerte de su casa-guarida; los asecha porque sabe que están buscando números y figuras geométricas… quizá así encuentren a la causa.

La mujer no está, salió desde hace varias horas, según cuenta el reloj, y nadie sabe con precisión cuantas más estará ausente… Empédocles llegó sin siquiera llamar por teléfono, una descortesía descomunal, preguntando si la causa de la ausencia no serían el amor y la discordia. Nadie contesta. Empédocles sale por la puerta trasera, pero tropieza con Anaxágoras quien trae una caja completa Nous afirmando que esa es la causa… todos adivinan porque es que su primo decide asesinarlo.

Aristóteles envía una nota en donde enlista cuatro causas: causa eficiente, causa material, causa formal y causa final; todas con la intención de explicar desde el principio del cambio, pasando por aquello de lo cual algo surge, siguiendo con la idea del paradigma, hasta llegar a la realidad hacia la cual algo tiende a ser. Lo cierto es que a todos la realidad se les escapa, y solo obtienen el efecto de la ausencia sin causa alguna, al menos hasta ahora conocida.

Los estoicos entran, vienen del lugar incierto que es el cuello del gato, y afirman que es cierto que la causa no es más que un proceso originado y que produce una transformación o cambio en otro cuerpo, o en toda una casa, diván incluido, como lo es en este caso.

Santo Tomas dice, mientras descubre que la caja de cereal es divertida, que la causa es aquello a lo cual sigue necesariamente. Todos lo miran esperando a que guarde silencio y continúe con su diversión con volumen.

Algazel, uno de los ocasionalistas que siempre se instala frente al televisor, dice que lo que los filósofos llaman causas son meras ocasiones, pues solamente dios puede ser considerado como verdadera causa eficiente, por lo que les sugiere dejar la causa en su sitio y guardar silencio para que el pueda ver cómodamente la televisión.

Kant hace caso omiso y postula mientras acompaña a Santo Tomas, que la causa es el nombre de los conceptos del entendimiento o categorías.

Hegel patea sin querer o quizá con toda la intención, la casa-guarida del gato, haciendo saltar a los pitagóricos, dado que afirma que la causa es presentada como aquello por lo cual un ser puede producirse a si mismo produciendo de este modo su desenvolvimiento; el gato lo mira con una mezcla de enfado y franca interrogación. Lo olvida en el instante y sale en busca de los pitagóricos.

Schopenhauer decide unirse a la fiesta del cereal sentándose con tazón y cuchara en mano, afirmando que la causalidad es la única categoría originaria, y averigua la cuádruple raíz del principio de razón suficiente en una forma que permite la causalidad como categoría, en sentido Kantiano y a la vez considerarla como momento principal del absoluto. Al parecer tendrá que abrir otra caja de cereal dado que Santo Tomas no piensa compartirlo con él, puesto que no lo mencionó en la definición.

La mujer llega con Hume, mientras este último ríe del espectáculo y les dice que no hay ninguna razón para suponer que, dado lo que se llama un efecto, ha de haber una causa invariablemente unida a él.

La mujer le da la razón además no tiene ni ápice de ganas de explicar el porque de su ausencia, del porque de su ultima huida, de la salida a hurtadillas de las horas y las patitas húmedas.

El gato cuando por fin da con los pitagóricos se da cuenta que ya perdió el interés. Mientras el reloj ante la indignación de que escapen de sus horas decide detenerse, sin importarle si la araña protesta porque la causa es tan nimia como que el día terminó y es hora de dormir.

La mujer simplemente los ignora, apaga la luz y le agradece a Hume su agradable visita.


Este es un blog que tiene como causa el hecho de invitarlos a pasar una tarde de Filocafé en punto de las 6:00 pm en el Cairo Café ubicado en División del Norte # 504 -c.
Los esperamos.