Ideas: Descartes y Locke las observan, las ven arrastrándose por entre las hendiduras de lo que pudo haber sido una estructura. Tratan de averiguar de donde vienen. El hecho de que salgan de la nada les parece un tanto cuanto absurdo.
A Descartes, sin embargo, no le parece tan descabellado porque se niega a creer que la mente humana sea un receptáculo vacío. Debe de poseer naturalmente un número determinado de ideas innatas. Locke lo mira con escepticismo, la mente humana no puede tener ideas predeterminadas, sino que las va adquiriendo con la experiencia, antes de ella se encuentra tan vacía como una hoja en blanco.
Descartes trata de entenderlo, trata de imaginar esa hoja en blanco y la columna vertebral del conocimiento se desmorona ante sus ojos. Locke le responde que no hay conocimiento, las ideas innatas no existen ni el plano teorético, ni en el práctico, ni en el moral, todo se trasmite a través de los sentidos.
La idea de los pilares de los saberes vuelve a tambalear ante los ojos de Descartes, por lo que Locke sonriendo le dice que busque en la fuente del conocimiento, es decir, que sienta.
Descartes no queda convencido, siempre persiste la duda. Locke se ha sumergido en su particular empirismo que siempre desemboca en alguna reflexión: en tanto que las ideas han decido desaparecer…