Cicuta
Por: Zully Zambrano
Murió. Como toda muerte que es lamentable, sea viejo, sea joven, muerte al fin y al cabo.
Sufrió. Puedo asegurar que nadie desea la llegada de su muerte a menos que se esté esperando, como se espera el retorno del bien amado, o la partida del opresor.
Reunidos, como tantas veces, como antes, alrededor del maestro, se despedían de él, o temían despedirse. El hombre indignado por los lamentos de sus amigos, molesto comentó: ¿acaso han olvidado lo que practicamos?, no he dejado más huella en esta vida que mis palabras, mis actos, y ¿no han aprendido nada?
Otro refuto: y ¿no es acaso digno que un hombre que ha hablado con su vida, luche por sus palabras, por su verdad?
Mirando a su compañero a los ojos, alzo la mano y exclamó: “Dadme la copa”. Con temor y lágrimas en los ojos, alargo la copa temblando, le fue arrebatada.
Y el mundo se concentró en la copa y su mano, lagrimas y miradas no quisieron presenciar el último trago. Hasta las gotas temieron, lloraron amargas para ser besadas, apresuradas y casi violando la tranquilidad de la copa, el trago de cicuta penetró en la lengua que había sido escrita en las hojas de su acompañante, quien cerrando los ojos despidió a su maestro.
El maestro tranquilo se recostó, tosiendo, unas gotas fueron devueltas al exterior, ninguna deseaba perecer en ese cuerpo. Finalmente sonrió, cerró los ojos. Sócrates dejó que su alma transgrediera por todas las épocas.
La vida de Sócrates es contada por Platón, quien nos deja huella de las eneñanzas de su maestro. Para continuar hablando de este personaje te invitamos al Café Filosófico, este sábado 26 de febrero, a las 18:00 horas, en el Cairo, Av. División del Norte 540 –C.
Te esperamos!!